El machismo en la literatura fantástica y sci-fi (pt. I)
Hablemos de los tentáculos misóginos y pegajosos en los libros. Por Gisèle.
🙋🏻♀️
Esta carta virtual iba a ser diferente. Iba a hablar de volcanes que reflejan las emociones de los personajes, de territorios andinos, iba a recopilar no-consejos de escritura. Pero eso tendrá que esperar porque, mientras preparaba LitBites #4, me enfadé y me puse triste y decidí escribir lo que necesitaba escribir.
Todo fue por Gisèle Pelicot, la mujer que ha pedido un juicio público contra su marido tras descubrir que la drogó durante una década para que otros hombres –hay 51 acusados, de entre 26 y 74 años– la violaran mientras dormía. Ella y sus hijos pensaron durante mucho tiempo que tenía un principio de alzhéimer o un tumor cerebral. Ningún médico detectó el problema. Se calcula que solo tres de cada diez hombres a los que Dominique Pelicot ofreció a su mujer se negaron. Ninguno denunció.
Imagino que sabes quién es Gisèle, así que me limitaré a recoger el inicio de uno de los primeros artículos que escribió Daniel Verdú en El País que me encogió el estómago:
Mientras la mayoría de los 51 acusados se tapaba el rostro con el brazo, con una mascarilla o encogiendo patéticamente el cuello dentro del jersey o de la camiseta, Gisèle Pelicot, sexagenaria violada una o más veces por cada uno de todos esos hombres, les miraba atentamente a rostro descubierto.
No voy a entrar en la monstruosidad de los hechos, ni sobre dónde y por qué surgen estos monstruos. Te cuento el caso de Gisèle porque me ha indignado, pero también porque es la última y terrible consecuencia de un problema estructural, esos tentáculos de misoginia –aversión a lo femenino– y machismo –discriminación por sexo– que constriñen cada parcela de la sociedad, incluido el mundo literario. Y de eso sí quiero hablar. De la literatura fantástica y de ciencia ficción, pero no solo.
Un par de días antes de conocer la historia de Gisèle leí un artículo que me sorprendió –y un poco no– sobre un investigador, Oscar Stuhler, que había analizado las interacciones entre personajes de 87.000 cuentos y novelas de ficción publicadas en inglés en los últimos 150 años mediante programas computacionales. El resultado:
Las acciones hombre → mujer constituyen el 26,6% del total, en comparación con el 23,1% de las acciones mujer → hombre.
El 65% de los besos entre personajes masculinos y femeninos son iniciados por hombres.
Las acciones entre mujeres representan el 11,4% del total; las acciones entre ellos suponen el 38,9%.
El 61% de las explicaciones se dirigen de un personaje masculino a un personaje femenino (mansplaining).
Sorprende ver todos esos datos, uno debajo de otro, aunque confirmen lo que ya sospechábamos. La ficción refuerza el estereotipo de mujer pasiva, en general y en especial cuando las mujeres interactúan con hombres. Se denomina “brecha de agencia de género” –un personaje tiene agencia cuando realiza una acción sobre el otro– y se amplifica en los personajes femeninos retratados por autores hombres.
La fantasía y la ciencia ficción no se salvan. Me viene a la cabeza el meme sobre la interacción entre mujeres en las películas de El señor de los anillos 👇
La ciencia ficción, en concreto, nació entre finales del siglo XIX y principios del XX como un género exclusivamente masculino. Unos cien años tardaron en introducirse y ser reconocidas escritoras como Ursula K. Le Guin, Octavia E. Butler o Joanna Russ.
Gracias al movimiento feminista, la mayoría somos conscientes de que la CF [ciencia ficción] ha hecho caso omiso de las mujeres o bien las ha presentado como muñecas chillonas objeto de violación instantánea por parte de monstruos (cuando no como científicas solteronas asexuadas por hipertrofia de los órganos intelectuales), o a lo sumo como leales esposillas o amantes de héroes consumados. El elitismo masculino se ha extendido por la CF como una plaga.
La CF norteamericana y el otro (1975), Ursula K. Le Guin
Pero incluso estas autoras que sacudieron el género también replicaron sus estereotipos. Así de gruesos y pegajosos son los tentáculos.
Le Guin reconoció que le costó desprenderse del mito del héroe masculino. Sus primeras novelas están protagonizadas por hombres. Como Ged, un joven mago que estudió en una escuela de magia mucho antes que Harry Potter –¿sabes que Ursula dejó caer en alguna ocasión que J.K. Rowling se había inspirado en sus libros de Terramar? ¿Y que un poco se lo reprochó por no haberlo reconocido nunca?–, o como Genly, el explorador terrícola intergaláctico de La mano izquierda de la oscuridad, o Sevek, el brillante físico de Los desposeídos.
En una ocasión, Le Guin publicó un cuento en la revista Playboy que apareció firmado como UK Le Guin porque, según le dijo el editor, “muchos lectores temen las historias escritas por mujeres”. Entonces le pareció curioso, hasta divertido –supongo que imaginar a hombres encogidos ante la escritura de una mujer lo es–, pero años más tarde se arrepentiría de haber accedido. Borraron su sexo. Eliminaron su nombre.
Y lo que no se nombra, no existe, no es real ni verdadero, la premisa de la que parte, por cierto, el sistema de magia en el archipiélago de Terramar, el mundo fantástico de Le Guin.
Y así el machismo ha limitado el género durante décadas. La infrarrepresentación de la mujer, o su representación ridícula, resulta en jerarquías de machos alfa con sus visiones restringidas de los modelos y cambios sociales. Como lo describió Le Guin:
El socialismo no se contempla nunca como alternativa, y la democracia está bastante olvidada. Las virtudes militares se toman como virtudes éticas; se presenta la riqueza como un objetivo lícito y una virtud personal; el capitalismo competitivo de libre empresa es el destino económico de toda la galaxia. En general, la CF norteamericana ha asumido una jerarquía permanente, presidida por varones ricos, ambiciosos y agresivos, seguidos de un hueco enorme y, debajo, los pobres, los ignorantes, las masas anónimas y las mujeres.
La primera escritora negra de ciencia ficción, Octavia E. Butler, fue especialista en derribar este tipo de muros. No solo escribió con perspectiva feminista, sino que abordó conceptos ignorados en la ficción especulativa como la raza, el sexo y el clasismo. Revolucionó el canon norteamericano y abrió la puerta del género al resto de escritores negros, entre ellos, N. K. Jemisin.
De Butler tengo pendiente La estirpe de Lilith –es la reedición en castellano y en un solo volumen de su trilogía Xenogénesis–, una epopeya espacial sobre la repoblación de la Tierra mediante descendencia no exactamente humana. Y su relato, el relato por excelencia de Butler, su cuento sobre el amor y hombres embarazados: Hija de sangre.
Luego lo volcaré todo en LitBites, por supuesto ✨
Sí quiero dejar una frase de Butler, que también ha sido aplicable a las mujeres escritoras durante mucho tiempo:
¿Por qué no hay más escritores negros de ciencia ficción? No hay porque no hay. Lo que no vemos, suponemos que no puede ser. Qué suposición tan destructiva.
Tengo tres libros sobre estos temas esperando en mis estanterías (te los recomiendo más abajo 📚). Uno se publicó en 1983 y su contraportada está decorada con varias frases. “Lo escribió ella, pero fíjate sobre qué cosas escribió”. “Lo escribió ella, pero solo escribió uno”. “Lo escribió ella, pero no se trata de auténtico arte”. Muchas de sus reivindicaciones siguen vigentes hoy, porque seguimos aplicando un doble rasero, seguimos llenitos de prejuicios.
La escritora de fantasía y ciencia ficción Fonda Lee, por ejemplo, opina que “las mujeres no deberían sobrepoblar sus libros de personajes femeninos”. Ella no es producto de su contexto, tampoco una reaccionaria desconocida: nació en Canadá hace 45 años, estudió en Stanford y su novela Ciudad de jade ganó el World Fantasy Award en 2018. ¿Quizá habría aconsejado a Tolkien que quitara un puñado de hombres de sus libros?
Esa idea de que las mujeres no deben escribir sobre tantas mujeres, ni tanto sobre mujeres, es otra manera de oprimir y menospreciar la literatura femenina. El escritor y crítico literario Alberto Olmos condensa muchos de estos prejuicios en un artículo publicado el pasado otoño en El Confidencial: Chicas, ¿no estáis hartas de vosotras mismas? El titular lo dice todo.
Lo primero que critica Olmos es que el premio Tusquets lo haya ganado una autora joven española. Que ya son seis seguidas y que “no tiene mucho de casual”. El galardón se concedió por primera vez en 2005, se ha declarado desierto dos años y antes de esta reciente “racha” que lamenta Olmos reconoció a diez hombres y una mujer. Entiendo la crítica a un sistema de premios presuntamente amañado para satisfacer los deseos de la industrial editorial, pero esa lista de diez hombres ganadores del Tusquets no le pareció reseñable a Olmos en 2016. No creyó necesario preguntarle a los chicos si no estaban hartos de ellos mismos.
Aquí un par de párrafos del señor crítico condescendiente que sostiene que “todas las novelas [escritas por mujeres] están escritas de la misma manera”:
La cosa funciona así: queremos publicar mujeres, queremos incluso premiarlas, queremos darles sitio en los suplementos y las secciones de Cultura; pero, oye, sólo si escriben lo que tienen que escribir.
Lo que tienen que escribir se reduce a esto: es durísimo ser mujer y los hombres son muy malos. Las derivadas de lo anterior son: tener hijos es horrible, visibilizar la regla, visibilizar la brecha de género en el trabajo, las mujeres se adoran entre ellas...
Igual que Olmos, aún hay escritores y escritoras, críticos y lectores, gente, demasiada gente, que exige más a las obras escritas por mujeres. Porque si la mujer publica, no puede ser mediocre; si es premiada, debe tratarse de una magnífica obra de arte, o bien es un amaño de la editorial de turno; si escribe sobre asuntos femeninos, tiene poco valor. ¿Quizá no existen autores mediocres publicados y premiados por escribir cosas de hombres?
Aunque sea frustrante, identificar estos tentáculos es el primer paso. Y diseccionarlos es superinteresante. Así que te prometo que habrá próximas partes sobre el machismo en la literatura fantástica y sci-fi ✊🏻
Por ahora, cerremos esta primera con la directora de cine y guionista Carla Simón:
Puesto que somos la mitad del mundo, estaría bien que contáramos la mitad de las historias.
Una vez más, te comparto algunos basics que me han inspirado y ayudado a escribir esta newsliter:
La ciencia analiza 150 años de literatura: la ficción ha reforzado el estereotipo de la mujer pasiva; este es el artículo de El País del que hablo al principio.
El podcast Una mala lectora, que ya lo he recomendado antes porque Fernanda sabe mucho mucho y es inteligente y divertida y supersimpática. Este episodio expone el machismo en la industria y el mundillo literario a través de ejemplos concretos.
Este artículo de la escritora Laura Fernández en El País para una primera aproximación a Butler: Octavia E. Butler: la resurrección de la gran dama de la ciencia ficción.
Y la newsletter sobre feminismo de Isabel Valdés, la corresponsal de género de El País. Contiene muchas cosas: indignación, amor, información, literatura, teoría feminista. En la última habla de la Gisèle antes de Gisèle Pelicot. La recomiendo mucho. Puedes suscribirte aquí.
Por último, la gasolina, los libros que son combustible para escribir (o no) ❤️🔥
Cómo acabar con la escritura de las mujeres, de Joanna Russ (Dos Bigotes). Este es el libro publicado en 1983 con frases en la contraportada que se ha convertido en un clásico de la crítica feminista y al que tengo muchas ganas.
La revolución feminista geek, de Kameron Hurley (Runas). Lo encontré hace unos años en la pila de las novedades que llegan a la redacción del periódico y no interesan a los periodistas. Me gustó mucho. Son ensayos sobre la cultura geek y el fandom que brotó en los blogs de los 2000, sobre la revolución del género, sobre escribir desde una perspectiva feminista. Volveré pronto a él con otros ojos.
Hijas del futuro: literatura de ciencia ficción, fantástica y de lo maravilloso desde la mirada feminista (Consonni). Coordinado por las escritoras Cristina Jurado y Lola Robles, son diez ensayos que abordan la trayectoria de las autoras pioneras del género, el tratamiento de los personajes femeninos, el afrofuturismo, el lenguaje inclusivo…
El idioma de la noche, Ursula K. Le Guin (Gigamesh). Ensayos y artículos que he leído a cachitos este verano. Son brillantes, sarcásticos, inteligentes. Qué más digo, es Le Guin.
Ojalá te haya gustado este número. Puedes decirme qué te ha parecido en los comentarios, me encantará saberlo. Y si prefieres debatir el not all men literario, también te leo.
Volveré pronto con alguna sorpresa. Hasta entonces, puedes seguir a @litbites.fantasy en Instagram para no perderte nada 🦋
¡Gracias por leerme!
Te abrazo,
Cris
Buenísimo. Gracias por todo esto.